Artista

Me digeron que estaba loco... Mucha gente —clientes, amigos, incluso mi familia— me dijo que estaba loco.
Y quizá lo estaba. Pero no por las razones que ellos pensaban.
Un día me di cuenta de que yo había venido a este mundo para PINTAR.
Durante años fui empresario. Fundé y dirigí un estudio de creación y producción audiovisual. Trabajábamos con grandes firmas farmacéuticas, desarrollando campañas con contenido científico.
La empresa iba bien. Muy bien. Tenía estabilidad, prestigio, solvencia.
Al principio de la aventura disfrutaba mucho los proyectos. Siempre fui más creativo que gestor, y me importaba mucho la calidad estética y gráfica que acompañaban los contenidos de los proyectos que hacíamos. Obtubimos por ello varios premios en festivales de comunicación científica.
Con el crecimiento de la empresa llegaron más reuniones, más estructura, más procesos... y menos libertad creativa. Paso a paso, la rutina y la frustración se fueron instalando. Me convertí en el administrador de una máquina eficiente.
Y un día sentí en mi interior que estaba perdiendo el tiempo...
Pensando, delante de un café, lo vi claro: lo único que siempre había querido hacer era PINTAR.
No gestionar, no organizar. PINTAR. Me apunté a un curso en la Escuela de Bellas Artes de París. Solo una tarde a la semana. Pero fue suficiente para recordarme quién era yo.
A los 55 años decidí vender la empresa y empezar de nuevo.
Casi nadie lo entendió...
Hay momentos en la vida en los que uno tiene que elegir:
acomodarse o cambiar de vida y avanzar.
Yo elegí PINTAR.